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Aired March 26, 2024

The Cancer Detectives (español)

La historia de quienes lucharon por salvar a las mujeres del cáncer de cuello uterino.

Film Description

La historia de cómo la vital prueba de cáncer de cuello uterino se convirtió en algo común en la vida de las mujeres es tan inusual y extraordinaria como la coalición de personas que finalmente la hicieron posible: un inmigrante griego, el Dr. George Papanicolaou; su intrépida esposa, María; el artista de origen japonés Hashime Murayama; la Dra. Helen Dickens, gineco-obstetra afroamericana en Filadelfia; y una clase completamente nueva de científicas conocidas como citoevaluadoras. Pero la prueba fue solo el comienzo. Una vez que la prueba de Papanicolaou demostró ser eficaz, la campaña para que millones de mujeres tuvieran acceso a la prueba requirió nada menos que una movilización a nivel nacional. The Cancer Detectives cuenta la desconocida historia de la primera guerra contra el cáncer y de las personas que lucharon incansablemente por salvar a las mujeres de lo que alguna vez fue el cáncer más mortal para las mujeres.

Credits

EDITED BY

SANDRA CHRISTIE, ACE

ORIGINAL MUSIC BY

EDUARDO ARAM

PRODUCED BY

AMANDA POLLAK

WRITTEN BY

GENE TEMPEST

DIRECTED BY

AMANDA POLLAK

GENE TEMPEST

NARRATED BY

ANDIA WINSLOW

 

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Transcript

♪ ♪

Narradora: En Nueva York, la fila se extendía alrededor de la manzana. En Filadelfia, las mujeres esperaron horas y horas al exterior de la iglesia. Mientras que, en el lejano Wyoming, hasta el pueblo más pequeño en la montaña estaba listo. En todas partes, en el año 1958, las mujeres pedían una nueva prueba médica: la prueba de Papanicolaou. Y nadie había visto nada parecido.

 

Texto: Lo que toda mujer debería saber sobre la prueba de Papanicolaou.

 

Texto: La prueba de cinco minutos “Pap” podría salvarle la vida.

Rachel Gross, escritora: En las décadas de 1940 y 1950, el cáncer de cuello uterino mataba a miles de mujeres. Fue sin lugar a duda una gran prioridad para el sistema de salud estadounidense. Había mucho en juego.

Narradora: Por primera vez en la historia, había una prueba sencilla de detección de cáncer. Su lanzamiento y propaganda no tenían precedentes.

Propaganda: Lucille Ball es una mujer que sigue los consejos que da.

Deborah Kerr, material de archivo: Las costosas muertes de cáncer privan al mundo de demasiadas personas amadas.

 

Mujer, material de archivo: Es el momento de contraatacar al cáncer.

Narradora: La campaña requeriría nada menos que una completa movilización a nivel nacional.

 

Texto: ¿Cuándo fue la última vez que pensaste lo suficiente en ti como para hacerte una prueba de Papanicolau?

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Es tan común ahora, que no pensamos en el hecho de que no tiene ni cien años. Cuando oímos hablar de una prueba de Papanicolaou, no sabemos que le pusieron el nombre de un ser humano.

Narrador de noticias, material de archivo: Este es el doctor George N. Papanicolaou, profesor emérito de la Facultad de Medicina de Cornell.

Narradora: La verdad era que George Papanicolaou nunca se propuso revolucionar la detección de cáncer. Y llevar la prueba de Papanicolaou a la gente, no había sido nada fácil.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: Hubo muchas barreras y muchos pasos para llegar a donde la prueba de Papanicolaou se convirtió en una prueba que salva vidas.

Titular de un periódico: Prueba de cáncer, fácil de hacer.

Narradora: Detrás de todo esto hubo una coalición tan extraordinaria como inusual: desde un artista nacido en Japón hasta un doctor en Filadelfia y una generación completamente nueva de mujeres científicas. Sin embargo, todos compartían el mismo objetivo: salvar del cáncer a las mujeres estadounidenses.

Kirsten Gardner, historiadora: Una de las cosas que me sorprende de esta historia es que a veces, en retrospectiva, parece inevitable que las cosas fueran a suceder. Cuando veo esta historia, nada parece inevitable.

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Editada por: Sandra Christie, ACE

 

Música original de: Eduardo Aram

 

Producida por: Amanda Pollak

 

Escrita por: Gene Tempest

 

Dirigida por: Amanda Pollak y Gene Tempest

Narradora: En el año 1914, la Facultad de Medicina de Cornell albergaba prácticamente todo tipo imaginable de esfuerzo científico. Aquí, un laboratorio estudiaba las bacterias en la saliva humana. Un piso más abajo, los investigadores desarrollaban tratamientos para la diabetes extrayendo el páncreas de los perros. Luego estaba el ilustrador científico a quien le llegaban por correo 5 000 mosquitos vivos de “material artístico”. En medio de todo esto había un inmigrante griego de 31 años, un zoólogo llamado George Papanicolaou. Siempre frente a su microscopio, Papanicolaou estaba convencido de que las células, los pilares de todo lo vivo, podían explicarnos más de lo que nadie había imaginado. Eran sus secretos los que llevaba años persiguiendo.

Sam Kean, escritor: Cuando era niño en Grecia, el padre de George Papanicolaou quería que George fuera médico, pero a George le gustaba más la ciencia. También le llamaba la atención ayudar a la gente. Así que quería combinar ambos aspectos haciendo investigación médica.

Narradora: “Mi ideal no es ser rico”, les escribió una vez a sus padres, “sino trabajar para crear”. Papanicolaou recibió su título médico en 1904 a los 21 años y se embarcó en un doctorado en zoología investigando la determinación del sexo en las diminutas daphnias o pulgas de agua. Después de graduarse, se embarcó en un viaje por mar con el príncipe Alberto de Mónaco, a bordo de su nuevo buque para la investigación oceanográfica, el Hirondelle. En imágenes filmadas por el príncipe se puede ver al propio Papanicolaou sacando especímenes marinos de una trampa.

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Kirsten Gardner, historiadora: Termina yendo en un viaje oceánico para ayudar a identificar diferentes criaturas marinas. Le encantaba clasificar las cosas. Creo que realmente se traduce en su posterior trabajo cuando se dirige a Estados Unidos.

Sonidos de motores y bocinas

Narradora: Cuando aterrizó en Nueva York con su joven esposa, Mary Mavroyeni, en 1913, Papanicolaou era un ambicioso científico en ascenso. Pero nada salió según lo planeado.

Rachel Gross, escritora: Hablaba alemán y griego, pero ninguno de los dos hablaba mucho inglés.

Sam Kean, escritor: Aceptaba trabajos ocasionales, tocaba el violín en un restaurante. (suena un violín). Trabajaba como vendedor en un periódico griego. Fue vendedor de alfombras un tiempo y supuestamente fue el peor vendedor que jamás hayan tenido. No podía cerrar ningún trato. No tenía una personalidad convincente en ese sentido.

Narradora: Aun así, George tuvo más suerte que la mayoría de los inmigrantes. Su trabajo doctoral le dio cierto prestigio y le ofrecieron trabajo estudiando la reproducción en el laboratorio de un tal Charles Stockard, un anatomista, zoólogo y destacado eugenésico estadounidense.

Titular de un periódico: La eugenesia busca mejorar la raza.

 

Sam Kean, escritor: El jefe de George creía en controlar la reproducción, controlar quién se reproduce, con el supuesto objetivo de mejorar la población de la humanidad.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: En aquella época, la gente creía saber lo que eran unos genes buenos o genes malos. Tenías buenos genes si eras blanco y tenías niños sanos. Desafortunadamente, si eras un inmigrante o una persona de color, si tenías una enfermedad como la epilepsia, a menudo te estigmatizaban como alguien con genes malos.

Rachel Gross, escritora: Había la noción de que poder controlar la reproducción femenina, te daría las herramientas para crear la población que querías.

Narradora: El nuevo trabajo de Papanicolaou en el laboratorio de Stockard implicaba responder las preguntas básicas, aún desconocidas, sobre la biología femenina.

Kirsten Gardner, historiadora: Al Dr. Papanicolaou le interesaba rastrear los cambios celulares que ocurrían durante el ciclo reproductivo. Estaba dedicado a encontrar el patrón y cuándo cambiaban las células.

Narradora: Papanicolaou se puso manos a la obra e, inesperadamente, encontró un espíritu afín al final del pasillo.

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Sam Kean, escritor: Hashime Murayama nació en Japón. Fue a la Escuela de Arte de Kioto. Luego consiguió trabajo en Cornell. Estaba haciendo ilustraciones de las células para los médicos. Tenía buen ojo para dibujar exactamente lo que estaba viendo.

Leah Hazard, escritora: Debe haber habido algún grado de familiaridad entre George y Murayama, ya que ambos eran inmigrantes en Estados Unidos. Ninguno habría sonado o se habría visto como sus colegas estadounidenses.

Narradora: En Cornell, Murayama estaba tan interesado en las células como George e incluso había patentado una nueva técnica para mejorar la precisión de sus dibujos. Mientras tanto, en el laboratorio de Stockard, Papanicolaou se había encontrado recientemente cuestionando uno de los protocolos básicos de su investigación. El animal del laboratorio era el conejillo de Indias y, en comparación con las pequeñas pulgas acuáticas con las que había trabajado en la escuela de posgrado, los roedores eran más complejos.

Kirsten Gardner, historiadora: Para estudiar las células reproductivas, tendría que matar al conejillo de Indias. Pero cuando matas al conejillo de Indias, solo obtienes un trozo de la historia. Entonces comenzó a considerar que las células podrían estar cambiando en el fluido vaginal.

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Narradora: Una mañana, con una pequeña herramienta, Papanicolaou raspó las células del interior del cuello uterino de un conejillo de Indias vivo. Luego untó la muestra en una placa de vidrio y aplicó una serie de colorantes. Finalmente, se sentó frente al microscopio y todo se hizo nítido.

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Rachel Gross, escritora: George descubrió que había cambios en las células. Podía ver diferencias en la forma y el tamaño de las células. Y le mostraban claramente lo que estaba sucediendo en el útero.

Narradora: El descubrimiento ayudó a lanzar un nuevo campo: la citología exfoliativa, el estudio no invasivo de las células. Papanicolaou tenía grandes esperanzas en su nuevo método. Y ahora no podía evitar preguntarse: ¿Podría también funcionar esta novedosa técnica para el animal más misterioso de todos?

Texto: HIGIENE PERSONAL PARA NIÑAS. Necesitará neuronas, lealtad y buena formación para tener éxito como madre y ciudadana. Comienza a fortalecer tu salud yendo con la cabeza alta y respirando hondo. El pecho hacia arriba, no hacia afuera.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Hay muchas maneras anticuadas en que los científicos escribieron sobre el cuerpo femenino. Por ejemplo, uno podría leer que a las mujeres las guía su útero y no su cerebro.

Leah Hazard, escritora: Históricamente, el cuerpo de las mujeres ha estado sujeto a la mirada masculina. Se ha considerado que el aparato reproductivo tiene dos propósitos: el pene entra, el bebé sale. Pero en realidad, suceden todas estas otras cosas el 99.99999 % del tiempo.

Narradora: Mary Papanicolaou era consciente de que el cuerpo de las mujeres tenía otras funciones. Siete años menor que su marido, ella no solo lo había seguido a Estados Unidos, pero también al laboratorio en donde trabajaba como técnica y directora.

Kirsten Gardner, historiadora: Iban juntos al laboratorio todos los días. A menudo trabajaban hasta el punto en que ya era de noche cuando regresaban a casa.

Narradora: George recién se había embarcado en un nuevo experimento y Mary acababa de convertirse en un conejillo de Indias.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: Era muy común a principios del siglo XX que los científicos hicieran experimentos en sus cónyuges y en personas conocidas. Y la idea detrás de eso era: “Si estoy dispuesto a hacer un experimento en mí mismo o en mi familia, es lo suficientemente seguro para experimentar en otras personas”.

Narradora: Todos los días, George recolectaba células del cuello uterino de Mary.

Su objetivo: ser los primeros en documentar los minúsculos cambios manifestados durante el ciclo ovárico humano. Mary era el corazón, el alma y el cuello uterino de la operación.

Rachel Gross, escritora: Mary es la primera en hacerse una prueba de Papanicolaou, pero ella también recoge sus propias muestras, las organiza, las arregla, las tiñe y ayuda a analizarlas. Ella es parte integral de este trabajo científico.

Narradora: El experimento fue posible gracias a una herramienta ginecológica perfeccionada en el siglo XIX: el espéculo.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: En realidad, nadie miraba en la cavidad vaginal porque era tabú. Y ciertamente, un caballero no debería mirar en la cavidad interior de una dama.

Narradora: El controversial inventor del espéculo, un médico llamado James Marion Sims, que sería recordado por algunos como el “padre” de la ginecología estadounidense, escribiría que, nada odiaba más que investigar los órganos de la pelvis femenina.

Rachel Gross, escritora: Los genitales femeninos se asociaban repetidamente con algo que debería esconderse y cubrirse. Cada vez que un anatomista, normalmente un hombre, “descubría” el clítoris o la vulva, le ponía un nombre por la palabra vergüenza. Entonces, en el siglo XVI, un anatomista francés estudió el clítoris humano y le puso el miembro vergonzoso. Los libros de obstetricia aún tienen esta palabra, pudendum, que significa la parte de la que deberías avergonzarte.

Narradora: Para los Papanicolaou, no había nada vergonzoso en su nuevo trabajo. “Estamos en el umbral mismo”, George explicaría, “de esta nueva ciencia”. Ahora, George esperaba ampliar el estudio más allá del que denominó su “caso particular”. Pronto, corrió la voz de que, si ibas a cenar a la casa de los Pap, podían invitar a la visita a hacerse la prueba de Pap.

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Leah Hazard, escritora: La propia Mary fue fundamental para reclutar a algunas de sus amigas para venir a hacerse la prueba en nombre del progreso médico. Es difícil reconstruir exactamente cómo tuvieron lugar esas fiestas, pero lo que podemos decir es que George estaba ansioso por ampliar el tamaño de la muestra.

Narradora: En febrero de 1925, George pudo finalmente establecer una colaboración con el Hospital de Mujeres de la ciudad de Nueva York.

Sam Kean, escritor: Entonces comenzó a observar quistes, comenzó a observar fibromas, tratando de descubrir si había una correlación entre estos cambios en las células y las enfermedades que las mujeres sufrían.

Narradora: Un día en el microscopio, el Dr. Pap vio algo completamente diferente. Una muestra con células de forma extraña, sus núcleos demasiado grandes, sus cromosomas desordenados. Era imposible confundir esas peculiares señales: era cáncer.

Leah Hazard, escritora: Esto no era lo que George estaba buscando, pero gran parte de la buena ciencia es suerte, oportunidad y hallazgos accidentales. Y George, siendo un científico sagaz y perspicaz, debió saber el significado de lo que había detectado.

Narradora: La recordaría como la experiencia más emocionante de su carrera. Tenía a su disponibilidad una nueva técnica con la habilidad de salvar las vidas de millones de mujeres. Y la lucha a la que se unía el Dr. Pap, no podría haber sido más urgente.

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Rachel Gross, escritora: En aquella época, le tenían un miedo profundo al cáncer. Era conocida como la temible enfermedad. A menudo los doctores no usaban la palabra cáncer al darte un diagnóstico.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Las pacientes con cáncer de cuello uterino sufrían. Cuando descubrían que era cáncer, ya era demasiado tarde, así que era una sentencia de muerte.

Narradora: A finales de la década de 1920, el cáncer estaba aumentando. Y parecía estar matando principalmente a mujeres: unas 40 000 al año. Habían creado recientemente una nueva organización, la Sociedad Estadounidense para el Control del Cáncer, para informar a la gente.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: Durante sus primeros 30 años fue una pequeña operación. El dinero que recaudaba iba en su mayoría a personas con cáncer. Era casi como una organización benéfica.

Narradora: La organización ocasionalmente imprimía panfletos como: “Lo que toda mujer debería hacer con respecto al cáncer”. Pero ese era el alcance de su campaña.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: La idea de tratar de detectar el cáncer de cuello uterino en sus etapas tempranas no estaba en el radar, porque a nadie se le había ocurrido y nadie había pensado que hubiera una manera de hacerlo.

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Narradora: A principios de enero de 1928, armado con su nuevo método de detección de cáncer, el Dr. Pap viajó a Battle Creek en Michigan, emocionado por compartir su descubrimiento con sus colegas. Se llamó la Conferencia para la Mejora de la Raza, un notorio evento patrocinado por miembros prominentes del movimiento eugenésico.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Es un quién es quién en el mundo académico. Es un quién es quién en el mundo científico. Había varios pensadores prominentes que estaban comprometidos con estas ideas racistas.

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Títulos en un libro: La amenaza del crisol de culturas. ¿Quién supera a quién en la reproducción? La base genética de la eugenesia.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: Era muy común que los científicos establecidos que no hacían investigación eugenésica, presentaran en estas conferencias. El Dr. Pap no consideraba que su investigación promoviera particularmente la causa de la eugenesia, pero era investigación reproductiva. Así que aprovechó la oportunidad y decidió hacer su presentación.

Narradora: Al tercer día, Papanicolaou subió al escenario y se lanzó a explicar su nueva técnica.

Kirsten Gardner, historiadora: Fue una presentación desastrosa. El primer problema fue que sus diapositivas, según todos los recuentos, eran terribles. (diapositivas hacen clic). Si estás haciendo una presentación en la que intentas argumentar que la clave para identificar células irregulares es poder crear estas clasificaciones… (una diapositiva hace clic) … y tus diapositivas son de las peores que hayan visto en la conferencia, no es tan convincente. Segundo: el patrón era la biopsia.

Narradora: La biopsia implicaba una operación para recolectar tejido del interior del tumor. Era eficaz, pero a menudo dolorosa.

Leah Hazard, escritora: Los médicos en esta conferencia para la mejora de la raza no entienden cuál es el atractivo de cambiar de la biopsia, un diagnóstico doloroso e invasivo, a uno que posiblemente sea incómodo, pero no doloroso. Probablemente no reconocían que la comodidad de la mujer y la preferencia del paciente fueran de alguna manera un factor decisivo.

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Narradora: Cuando los periodistas oyeron de los hallazgos de Papanicolaou, logró aparecer en los titulares a nivel nacional.

 

Titulares en varios periódicos: Nuevo métodos para el diagnosis del cáncer promete avances en la medicina. Habla de nuevo hallazgo en el cáncer.

 

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Narradora: Pero como señalaría el propio Dr. Pap: “No logré convencer a mis colegas de la viabilidad del procedimiento”.

Sam Kean, escritor: George retrocedió y aceptó las críticas. Y en realidad no abandonó el trabajo, pero tampoco estaba presionando. No era una persona así de resuelta.

Narradora: Lo que George no sabía era que la lucha contra el cáncer apenas comenzaba. Y nuevas voces y nuevos rostros estaban a punto de cambiar la naturaleza de la lucha.

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Narrador de película, material de archivo: El cáncer desafía a todo hombre y mujer. Pone a prueba la capacidad de nuestra civilización para organizarse por la salud y la felicidad.

Texto: Combata el cáncer con conocimiento.

Narradora: El Ejército de Campaña de Mujeres, una rama de la Sociedad Estadounidense para el Control del Cáncer, estaba decidido a hacer que el cáncer fuera parte de la conversación a nivel nacional. Y al poco tiempo, su mensaje parecía estar en todas partes.

Kirsten Gardner, historiadora: La idea es que van a “invadir los hogares estadounidenses” con conocimiento sobre el cáncer. Y ya sea que eso significara tocar puertas, repartir panfletos, poner carteles en el metro, ir a ferias a montar un puesto de salud; estas mujeres iban a hacerlo.

Narradora: En 1938, el Ejército de Campaña de Mujeres había tenido éxito presionando al Congreso para que abril fuera: el “Mes del Control del Cáncer”.

Kirsten Gardner, historiadora: Lo que empieza a suceder es que las mujeres se labran una verdadera identidad como activistas de la salud pública. Puede que no seamos los médicos que tienen estas teorías, pero ciertamente podemos ser las educadoras que traducen estas teorías para el público, para que sean más efectivas.

Narradora: Pero la campaña, por innovadora que fuera, prácticamente ignoraba la difícil situación de grandes sectores de la población.

Ameenah Shakir, historiadora: El Ejército de Campaña está casi que documentando algunos de estos casos en pacientes blancas. No se prestó mucha atención a cómo el cáncer de útero y de ovarios estaba afectando a las mujeres negras. En esa época se pensaba que los afroamericanos no vivían lo suficiente para tener cáncer y no eran lo suficientemente civilizados para tener cáncer. El cáncer era considerado una enfermedad de la élite.

Titular de un periódico: Algunas enfermedades son inofensivas para los negros.

 

Titular de un periódico: Los negros tienen relativa inmunidad a la enfermedad.

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Narradora: En Filadelfia, a una hora al sur de la sede en Manhattan del Ejército de Campaña, una joven médica estaba a punto de descubrir una realidad muy diferente. Su nombre era Helen Dickens. Nacida en Dayton, Ohio, la hija de Daisy y Charles Dickens, su padre había escapado de la esclavitud en Kentucky. Él aprendió a leer por su cuenta y adoptó el nombre de Charles Dickens, cuyos escritos adoraba. Trágicamente, murió cuando su hija tenía solo ocho años.

Voz de Helen Dickens, material de archivo: Él siempre quiso que yo fuera enfermera. Pero por el camino decidí que, si iba a ser enfermera, ¿por qué no ser médica? Nunca había visto una médica, ni negra ni blanca. Nunca se me ocurrió que hubiera una barrera.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: A mi madre le encantaba la escuela. Quería saber tanto y aprender mucho y así es como era ella.

Narradora: A los 17 años, Dickens se graduó de la secundaria tomando clases nocturnas y durante el verano. Tres años más tarde, la aceptaron en la Facultad de Medicina de la Universidad de Illinois, donde era la única mujer negra de su clase.

Rachel Gross, escritora: En la escuela de medicina, los estudiantes se burlaban usando insultos y gestos. Ella decía que su estrategia para evitarlos era siempre sentarse en la primera fila de la clase donde no podía verlos, y si alguien más quería una buena vista, tenía que sentarse a su lado.

Narradora: En junio de 1934, la escuela de medicina tenía una nueva promoción. Y ahí estaba Helen Dickens.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Helen Dickens era negra y era mujer. Y debido a que ella existe en un cuerpo donde coexisten esas dos identidades, fue un reto. Y, sin embargo, está a la altura y se convierte en médica.

Narradora: Ahora de 26 años, Dickens había aceptado un puesto al norte de Filadelfia trabajando con un médico que cambiaría el curso de su carrera.

Ameenah Shakir, historiadora: Virginia Alexander era una médica afroamericana que tenía algo llamado la Casa de Salud Aspiranto. Esto era similar a lo que ahora llamaríamos una casa de partos.

Voz de Helen Dickens, material de archivo: Los pacientes nos buscaban. Tenía dos habitaciones en su casa para los pacientes y una habitación pequeña para los partos. Ah, era diferente. Las pacientes de obstetricia se quedaban nueve días. La mayoría eran pobres. La gente no podía pagar, asumías que no iban a pagar mucho.

Narradora: Aspiranto era un mundo en sí mismo en una sociedad segregada.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: No es que las personas negras puedan simplemente ir al hospital municipal. Tienes que ir al hospital para negros. Y a menudo no tienen suficientes fondos ni personal. Los jefes de medicina tienden a ser hombres blancos y hay una subestimación que perdura, una especie de actitud condescendiente.

Ameenah Shakir, historiadora: Así que Dickens y Alexander realmente ofrecen una alternativa. Alexander le ayudó a Dickens a crear conciencia sobre cómo el sistema de salud podía usarse como lugar de activismo.

Narradora: Más allá de las paredes de la Casa de Salud Aspiranto, la Dra. Dickens trabajaba cada vez más en la comunidad.

Voz de Helen Dickens, material de archivo: Ibas en medio de la noche a todo tipo de comunidades. Ibas a las casas y veías a toda esta gente. Asumías la responsabilidad del cuidado de la gente.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: Cuanto más se involucraba con las mujeres que veía, más sabía sobre sus dificultades y preocupaciones en materia de salud.

Narradora: Una de las cosas que Dickens vio una y otra vez fue cáncer. Sus pacientes se estaban muriendo y ahora sabía que la percepción de que las personas negras no tenían cáncer era mentira. Dickens estaba decidida a documentar el número de víctimas mortales por cáncer y a contarles a las mujeres negras lo que necesitaban saber urgentemente.

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Narradora: De regreso a Nueva York, en 1939, el Dr. Papanicolaou llevaba ansioso 11 años porque su técnica fracasó en despertar el interés de la comunidad médica. Él había seguido adelante con otras investigaciones, pero él y Mary habían continuado con la prueba de Papanicolaou a diario.

Kirsten Gardner, historiadora: Permaneció en el mismo laboratorio. Siguió haciendo trabajos similares. Siempre tuvo a su esposa a su lado. Eso probablemente fue muy reconfortante mientras continuaba con su trabajo.

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Narradora: En la ciencia hay un dicho que dice que la suerte les llega a los preparados. La muerte, por supuesto, nos llega a todos. Ambas llegaron a la Escuela de Medicina de Cornell en abril. Charles Stockard, el jefe de Papanicolaou, había muerto a los 60 años y lo reemplazó un tal Dr. Joseph Hinsey.

Sam Kean, escritor: El nuevo jefe de George entendía lo mortal que era el cáncer de cuello uterino y quería ayudar a las mujeres. Casualmente, George había estado reflexionando sobre su trabajo porque antes se había fijado en los tumores que ya estaban algo avanzados, y en ese punto, eran bastante mortales. Pero empezó a pensar que tal vez podríamos observar las células en proceso a convertirse en cáncer.

Narradora: Si iba a intentar detectar el cáncer antes, Papanicolaou iba a necesitar sujetos. Y en octubre, ya los tenía. Los altos mandos del Hospital de Nueva York habían decretado que toda mujer admitida a la unidad de ginecología tendría que hacerse una prueba de Papanicolaou. Los resultados fueron mejores de lo que incluso el Dr. Pap podría haber esperado. El frotis pudo identificar células sospechosas unos diez años antes de que se convirtieran en cáncer.

Rachel Gross, escritora: Su investigación había cambiado las reglas del juego, encontrar el cáncer cuando no hay indicios externos, pero ahora, se da cuenta de que también puede encontrar el cáncer antes de que exista técnicamente, lo que realmente no tenía precedentes.

Narradora: Recordando sus desastrosas diapositivas en la Conferencia para la Mejora de la Raza, esta vez, Papanicolaou estaba decidido a introducir la prueba de la manera correcta. Y sabía que, para hacerlo, necesitaría ayuda.

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Narradora: El ilustrador científico Hashime Murayama ya no estaba al final del pasillo. En 1921, le ofrecieron el trabajo de sus sueños como ilustrador de la National Geographic Society y se mudó con su familia a Washington, D.C. Murayama y su esposa Nao siguieron en contacto con los Papanicolaou a lo largo de los años. Hubo el intercambio habitual de tarjetas de navidad y de noticias de la familia. En enero de 1941, Murayama se retiraba de una extraordinaria carrera de 20 años durante la cual su atención al detalle se había vuelto tan famosa como sus dibujos de peces y aves.

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Leah Hazard, escritora: Las imágenes son impresionantes. Los colores son ricos, la atención al detalle es impecable.

Sam Kean, escritor: Había famosas historias de él contando las escamas del pez que dibujaba, porque quería asegurarse de que fuera idéntico. Era una linda combinación de atención meticulosa a los detalles, pero también de darle vida a las cosas.

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Narradora: En una ocasión, Murayama explicó que “El arte es la expresión del sentimiento sin razón, la ciencia es la expresión de la razón sin sentimiento. Mi tarea es representar los hechos científicos de forma que tengan interés humano y artístico”.

Rachel Gross, escritora: Los ilustradores científicos son comunicadores de la ciencia. Hay un millón de opiniones sobre qué omitir, qué acentuar y qué será lo más útil, pero también lo más atractivo y lo que llamará la atención de la gente.

Narradora: En Nueva York, el Dr. Pap y Mary estaban preparando un libro definitivo sobre su revolucionaria herramienta de diagnóstico. Sabiendo la diferencia que podrían hacer las ilustraciones de Murayama, George le escribió a su viejo amigo, y el primero de octubre, Murayama se hizo cargo de la enorme tarea de ilustrar la progresión del cáncer en las células del cuello uterino.

Kirsten Gardner, historiadora: Cuando dibujaba estas pequeñas partes de la célula, dedicaba una cantidad infinita de tiempo para que quedaran bien. Usaba los colores de una manera que hacía que las diferencias en las células fueran mucho más fáciles de identificar: eran muy ricos e intensos.

Narradora: Murayama llevaba solo dos meses en el proyecto cuando todo cambió.

Bocina a todo volumen

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Narradora: Poco después de que EE.UU. le declarara la guerra a Japón, arrestaron a Murayama y saquearon su casa en D.C.

Kirsten Gardner, historiadora: Murayama enfrentó mucha discriminación por su origen étnico. En aquella época, reinaba una histeria antijaponesa generalizada.

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  1. Edgar Hoover, director del FBI, material de archivo: Pedimos que todos los ciudadanos denuncien inmediatamente cualquier información relativa al espionaje, sabotaje o actividades antiamericanas a la Oficina Federal de Investigación.

Narradora: El 26 de marzo de 1943, la Junta de Audiencias sobre Enemigos Extranjeros, un proyecto del Departamento de Justicia liderado por ciudadanos, que decidía la suerte de todo inmigrante japonés, italiano o alemán, colocó a Murayama en un campo de internamiento en la isla Ellis.

Sam Kean, escritor: La utilizaron como centro de detención para personas como Murayama, que no habían hecho nada mal, aparte de haber nacido en Japón.

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Narradora: Entrevistaron a todos sus colegas y les pidieron dar una declaración escrita sobre las lealtades de Murayama. Un expediente fue preparado para Hoover y el FBI. El caso de Murayama, al igual que los de otras decenas de miles de personas, creció hasta incluir masas y masas de documentos, un mar de papel persiguiendo un crimen inexistente.

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Narradora: Papanicolaou intentó razonar en nombre de su colaborador, escribiendo a la junta que, “el trabajo de Murayama no lo podía duplicar alguien sin su talento”. A mediados de junio, en una carta de tres páginas, Murayama mismo escribió: “Tengo 64 años, habiendo vivido aquí más de la mitad de mi vida, no tengo intención de regresar a Japón. Tengo la intención de permanecer aquí y dedicar el resto de mi vida al valioso trabajo que contribuiría a salvar las vidas de las mujeres estadounidenses”. Luego, el 9 de agosto, unos cuatro meses después de su arresto, algo extraordinario sucedió.

Sam Kean, escritor: El fiscal general de Estados Unidos, Francis Biddle, interviene en nombre de Murayama. Biddle conoce el trabajo que Papanicolaou está haciendo para la detección de cáncer. Biddle considera que es de vital importancia para la nación.

Narradora: Quiso la suerte, que el hombre a cargo de la Fiscalía General llevara mucho tiempo albergando dudas sobre la política de internamiento del país.

Francis Biddle, fiscal general, material de archivo: Debemos recordar que nuestros abuelos o bisabuelos fueron todos extranjeros en su momento.

Narradora: Pero la decisión de Biddle era prueba de algo más.

Leah Hazard, escritora: El hecho de que liberaran a Murayama de la isla Ellis muestra cuán seriamente tomó el gobierno la amenaza del cáncer de cuello uterino y, por consiguiente, el valor de la investigación de George y el papel de Murayama.

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Narradora: Mientras los Papanicolaou y los Murayama celebraban su liberación ese verano, finalmente publicaron el libro en el que todos habían trabajado.

Título del libro del Dr. Papanicolaou: El diagnosis del cáncer uterino mediante frotis vaginal.

Narradora: Era el resultado de incontables horas frente al microscopio. 3 014 mujeres se habían hecho la prueba que lo hizo posible. Pero fueron las ilustraciones de Murayama las que hicieron que fuera una sensación.

Leah Hazard, escritora: La ciencia no es nada sin nuestra habilidad para comunicársela al resto del mundo. Tener ilustraciones exactas de esas células fue fundamental para el éxito del trabajo de George.

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Kirsten Gardner, historiadora: Lo que hicieron esas imágenes visuales fue permitirle al público imaginar cómo se podría clasificar una célula cancerosa. Si tienes una epifanía en tu escritorio, pero no tienes ningún apoyo, no llegará a ninguna parte. Así que estos momentos de cambio e innovación son parte de una red.

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Rachel Gross, escritora: Después de la Segunda Guerra Mundial hay un periodo en el que hay mucha fe en la tecnología como lo que nos ayudó a ganar la guerra. Y ahora la aplican a la medicina.

Narradora: En ningún lugar fueron más evidentes los cambios que en la Sociedad Estadounidense para el Control del Cáncer. Con nuevo nombre y una nueva imagen, la Sociedad Estadounidense del Cáncer se había convertido en una organización completamente diferente. Su transformación la había liderado la voluntad de una mujer.

Voz de Mary Lasker, material de archivo: Aquí tengo algunas pinturas de Cézanne, Manet y Renoir. Van Gogh.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: Mary Lasker era una filántropa y tenía una empleada doméstica que había muerto de cáncer. Se sorprendió al descubrir lo poco que se estaba haciendo para prevenir y tratar estos cánceres. Así que Lasker se propuso modernizar la Sociedad Estadounidense para el Control del Cáncer y eso es lo que hizo.

 

Mary Lasker, material de archivo: La cantidad de dinero que se gasta en la investigación médica es… bueno, es insignificante. ¡Se gasta menos en la investigación del cáncer que lo que gastamos en chicles!

Narradora: Las nuevas tácticas de Lasker para recaudar fondos funcionaron, y en poco tiempo, el presupuesto anual de la organización se había multiplicado. Ahora, lo que la ACS realmente necesitaba era un proyecto grande y ambicioso; algo que le mostrara al público que el cáncer era una enfermedad contra la que se podría hacer algo al respecto. La prueba de Papanicolaou era perfecta para hacer el trabajo, pero su implementación traería consigo una nueva serie de retos.

Doctor George Papanicolaou, material de archivo: Un citotecnólogo capacitado y especializado no puede examinar más de 12 especímenes al día. Eso es alrededor de 60 a la semana o 3 000 al año. Pueden calcular cuántos técnicos se necesitan para estudiar los especímenes de la población de Estados Unidos.

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Narradora: Recientemente, el laboratorio de Papanicolaou se había convertido en un centro de enseñanza, un lugar donde podría capacitarse a la nueva generación de citólogos. En el centro de las clases y de la instrucción estaba, la mayoría de las veces, la propia Mary Pap.

Kirsten Gardner, historiadora: Todos los técnicos que pasaron por ahí, ella los sentaba y trabajaba con ellos en términos de cómo teñir las placas y cómo identificarlas.

Narradora: Mary luego explicaría que ella creía que la gente nace siendo científica. Ella fue quien decidió que ellos no tendrían hijos, para poder seguir trabajando juntos para siempre. “Para mí no había otra opción”, decía, “que seguirlo a él al laboratorio, haciendo mío su modo de vida”. Durante 21 años, ella se hizo una prueba de Papanicolaou diaria. En total, 7 665 pruebas.

Leah Hazard, escritora: Puedes imaginarte cómo fue eso… ¿o no? Quiero decir, ninguno de nosotros se ha sometido a largo plazo a una campaña de investigación invasiva y personal. Involucrar tu cuerpo y tu vida hasta ese punto en el trabajo de tu pareja, es realmente extraordinario. Y creo que describirla como socia igualitaria en el trabajo de George es casi incluso descreditarla porque ella se sumergió en él, en cuerpo y alma.

Narradora: Mary Papanicolaou había hecho la prueba posible. Pero lo que ella podía hacer tenía límites.

Leah Hazard, escritora: Habría sido muy difícil ganarse los corazones y las mentes, especialmente en los años cincuenta. ¿Sabes? Que te invitaran a este programa de revisión en el que tienes que levantarte el vestido y abrir las piernas, no habría sido nada fácil de vender.

Narradora: Como bien lo sabían tanto George como Mary, había millones de mujeres en Estados Unidos. Cada una de ellas necesitaba saber que la prueba de Papanicolaou podría salvarle la vida. Y para eso, lo que se necesitaba era gente dispuesta a ensuciarse las manos. En Filadelfia, en 1948, Helen Dickens estaba más ocupada que nunca.

Ameenah Shakir, historiadora: Haría talleres como: “El cáncer en las mujeres”, “El cáncer en el útero”. Pero también trabajaba específicamente con grupos de mujeres en Filadelfia, como el Pyramid Club, la Junior Business and Professional League. Pero Dickens no solo trabajaba con esas organizaciones. También hacía talleres para peluqueras.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: La gente seguía llamándola para que hablara aquí y allá. Cuanto más hacía, más se enteraba la gente sobre ella. Se corrió la voz rápidamente.

Narradora: Ahora la Dra. Dickens tenía una nueva posición de poder. Después de pasar las pruebas para convertirse en la única ginecobstetra negra en Filadelfia, había aceptado un puesto como jefa del departamento en el Hospital Mercy.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: No dejaba la oficina al llegar a casa. No hacía eso. La llamaban a casa. Ella les devolvía la llamada a los pacientes. Estaba interesada en sus familias. Se volvió amiga de muchos de ellos. En retrospectiva, lo entiendo. De niña, pensaba: “Oh, Dios mío”. (se ríe). Ella nunca estaba. La gente contaba con ella.

Narradora: Siempre en busca de herramientas médicas de avanzada que pudieran ayudar a sus pacientes, se encontró con una publicación sobre la prueba de Papanicolaou. Dickens vio su potencial de inmediato.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: Estudió lo que estaba haciendo el Dr. Papanicolaou y pensó que, si tan solo pudiera difundir esa técnica, salvaría vidas. Pero fue una batalla cuesta arriba.

Narradora: Desde sus inicios, la práctica de la ginecología en Estados Unidos había estado ligada, y hecho posible gracias, a la institución de la esclavitud. Cirujanos como James Marion Sims, el hombre detrás del espéculo moderno, habían desarrollado este campo sin ningún tipo de restricción ética.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: James Marion Sims fundó el primer hospital dedicado a las condiciones de las mujeres en la década de 1840 en Montgomery, Alabama. Es básicamente un hospital para mujeres esclavizadas. Experimentaron con ellas durante una cantidad de años. Una joven, Anarcha, experimentaron con ella casi 30 veces. Sin anestesia.

Narradora: Con el crecimiento del movimiento eugenésico, ciertos médicos habían abogado por (y practicado) esterilizaciones en mujeres de color.

Texto: Algunas personas nacen para ser una carga para los demás.

Titular de un periódico: ¿Es la esterilización un plan para mantener la supremacía nórdica?

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Deirdre Cooper Owens, historiadora: Era considerada una “apendicectomía de Misisipi”. A menudo, eso es lo que los médicos les dirían a estos pacientes. Practicaban histerectomías en mujeres negras muy jóvenes. El efecto a largo plazo de esas cirugías de esterilización es que tienes una comunidad de personas que no confían en los médicos, sobre todo cuando se trata de la reproducción.

Narradora: Durante años, Dickens había trabajado para ganarse la confianza de sus pacientes. Y ahora, iba a necesitarla.

Ameenah Shakir, historiadora: Con la prueba de Papanicolaou, lo que realmente le preocupa es educar al público sobre: “Esta no es una forma de esterilización, en realidad les ayudará a prevenir el cáncer”.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Ella entiende algunas de las inquietudes y les dice: “Miren, soy el producto de esto y les digo que pueden confiar en mí”.

Narradora: En 1953, inauguraron un nuevo centro oncológico bajo la dirección de Dickens en el Hospital Mercy. Finalmente documentaría los casos de cáncer reproductivo en la comunidad negra. Como sostenía Dickens: “Ninguna mujer tiene que morir de cáncer de cuello uterino”. Pero quedaba una pregunta pendiente. Cuando abrieran esas clínicas, ¿irían las mujeres?

Voces de fondo

Leah Hazard, escritora: El primer programa de detección a gran escala que incluyó la prueba de Papanicolaou tuvo lugar en Tennessee.

Sam Kean, escritor: Gran parte de este trabajo se realizó en clínicas, pero también utilizaron lo que llamaron estaciones de Pap: pequeñas unidades móviles que iban a las escuelas y los negocios.

Narradora: Se llamó el Memphis Cancer Survey Project. Durante cinco años, entre 1952 y 1957, miles de mujeres se inscribieron en lo que se convertiría en la primera prueba de Papanicolaou en el mundo real. Mientras tanto, en todo el país, la Sociedad Estadounidense del Cáncer estaba financiando el entrenamiento de toda una nueva fuerza laboral. Era un ejército de mujeres.

Leah Hazard, escritora: Hay un relato sobre cómo estas mujeres observaban las muestras de las células y en la pared tenían los dibujos de Murayama. Así, si estaban mirando una muestra y… “Oh, no estoy segura. ¿Parece normal?”. Podían mirar este asombroso punto de referencia y decir: “Oh, sí. Bien. Eso es lo que debería estar buscando. Esto es cáncer” o “esto no es cáncer”.

Narradora: Para entonces, Hashime Murayama estaba realmente jubilado. Pero no había duda de que había cumplido su promesa. Había dedicado su considerable habilidad para ayudar a salvar las vidas de las mujeres estadounidenses.

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Rachel Gross, escritora: Las pruebas experimentales en Tennessee revelaron que la prueba es 98 % o más efectiva detectando cáncer. Y ese es el tipo de confirmación que se necesita para empezar a difundirla como herramienta médica.

Narradora: En Filadelfia, la Dra. Helen Dickens encabezaba la iniciativa. Había ido a enseñarle la técnica a tantos médicos negros como fuera posible, y pronto, su ejército de una sola se convirtió en una fuerza de más de 200 personas.

Voz de Helen Dickens, material de archivo: Tomabas una camioneta e ibas a iglesias en varios lugares e invitabas a las mujeres a la camioneta a que les hicieran la prueba de Papanicolaou.

Rachel Gross, escritora: Ella se propuso utilizar todos los medios disponibles para hacer correr la voz. Les recomendaba a las familias que designaran a una representante que se aseguraba de que todas las mujeres en la familia se hicieran la prueba de Papanicolaou.

Narradora: Al final, la Dra. Dickens se negó a esperar a la gente. Ella fue a buscarla.

Ameenah Shakir, historiadora: Ella se ve a sí misma como una trabajadora, y para ella, el trabajo significa la liberación de la población negra a través del activismo médico.

Dra. Jayne Henderson Brown, hija de la Dra. Helen Dickens: Su legado es el regalo de la atención médica que dio a toda mujer que estuvo en sus proximidades.

Voz de Helen Dickens, material de archivo: El cuidado de las mujeres, ocuparme de las mujeres. Esa fue la especialidad que a mí me gustó.

Narradora: La prueba de Papanicolaou había triunfado, y en 1958, George y Mary fueron invitados a la Casa Blanca donde cenaron con Eisenhower y la reina de Grecia. Su sencilla prueba para detectar el cáncer hacía tiempo había dejado el laboratorio para convertirse en una parte vital de la vida de las mujeres.

Barron Lerner, doctor en medicina, historiador: La prueba de Papanicolaou ayudó a desestigmatizar el cáncer. A finales de los años sesenta, uno podía dirigirse al público y decir: “Vayan al médico a hacerse esta prueba. Claro que podemos encontrar cáncer, pero tenemos algo que hacer al respecto. Saquemos el cáncer del armario. Hagamos que todos puedan hablar de esta enfermedad”.

Mujer, material de archivo: Tengo una cita médica que hago una vez al año para mi chequeo.

 

Mujer, material de archivo: Por supuesto que me hago la prueba de Papanicolaou.

 

Mujer, material de archivo: Mi hija se hizo la prueba y está bien.

Deirdre Cooper Owens, historiadora: Las formas en que este descubrimiento médico cambió el mundo, literalmente, son increíbles. La prueba de Papanicolaou educó a la gente sobre la medicina y la atención médica preventiva. Y lo más importante, salvó vidas.

Leah Hazard, escritora: La prueba de Papanicolaou cambió el panorama para el cáncer: su detección, diagnóstico, manejo y tratamiento. De repente, era posible imaginar una época en la que podríamos evaluar a personas sanas y prosperar de una manera nueva y emocionante. 

Texto: La prueba de Papanicolaou ha salvado millones de vidas.